El hallazgo de Moisés (Salvator Rosa)


La historia de Moisés comienza en un periodo de opresión para los israelitas en Egipto. La orden del faraón de matar a todos los recién nacidos varones hebreos llevó a la madre de Moisés a esconderlo durante tres meses y luego, en un acto desesperado de fe, ponerlo en una cesta en el río Nilo. La Biblia narra este evento en Éxodo 2:3-6:

Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos, y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño, y lo puso en un carrizal a la orilla del río. Y una hermana suya se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería. Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase. Y cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste.

Salvator Rosa, al elegir este tema, no solo narra un evento histórico, sino que transmite un mensaje sobre la providencia y la misericordia divina. La escena capturada en la pintura puede interpretarse como una manifestación de la mano de Dios guiando los eventos para la salvación de Su pueblo. 

La providencia divina se hace evidente en la compasión mostrada por la hija del faraón, una figura inesperada de salvación para Moisés. Este acto de compasión puede ser relacionado con el versículo de Proverbios 21:1

Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; A todo lo que quiere lo inclina.

En esta historia, Dios inclina el corazón de la hija del faraón para preservar la vida de Moisés, quien más tarde se convertiría en el líder que liberaría a los israelitas de la esclavitud egipcia. 

La escena también simboliza el plan divino para la redención, una anticipación del rol mesiánico que Moisés desempeñará en la liberación de su pueblo, un tipo de Cristo.

Salvator Rosa utiliza técnicas barrocas para dar vida a este relato bíblico. La composición de la obra es dinámica, típica del estilo barroco, con un uso dramático de la luz y la sombra ( también llamado claroscuro) que resalta las figuras principales y crea un fuerte contraste. 

Este uso del claroscuro no solo añade profundidad y dramatismo a la escena, sino que también sirve para dirigir la atención del espectador hacia el acto central de la misericordia.

Rosa coloca a la hija del faraón en una posición central, destacada por un foco de luz que sugiere tanto la iluminación divina como la revelación de un propósito mayor. Las doncellas alrededor de ella están representadas en diversas posturas de sorpresa y curiosidad, lo que añade movimiento y vitalidad a la escena. 

La representación del río Nilo y la vegetación circundante está realizada con un detalle meticuloso, lo que demuestra la habilidad de Rosa para combinar el paisaje con la narrativa.

La cesta de juncos, calafateada con asfalto y brea, es un símbolo de la fe y la protección providencial. El hecho de que Moisés sea hallado en un río, una fuente de vida y un lugar de transición y cambio, es una imagen simbólica porque el agua a menudo simboliza la purificación y el nuevo nacimiento, prefigurando el bautismo.

El llanto de Moisés, capturado con gran habilidad por Rosa, es un detalle significativo que evoca la compasión de la hija del faraón y, por extensión, la compasión de Dios hacia su pueblo sufriente. Este momento de empatía humana es un punto de inflexión en la historia y es central en la representación del artista.

El hallazgo de Moisés de Salvator Rosa es una obra que trasciende la mera ilustración de un pasaje bíblico, ofreciendo una reflexión sobre la providencia divina y la compasión humana. 

Utilizando tanto técnicas artísticas barrocas como simbolismos, Rosa logra crear una pintura que no solo deleita los sentidos, sino que también enriquece el entendimiento espiritual del espectador. 

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