La vocación de San Mateo (Caravaggio)



La pintura La vocación de San Mateo de Caravaggio, una obra maestra del Barroco temprano, ofrece una profunda ventana a la reflexión teológica, especialmente cuando se la considera a la luz de Mateo 9:9-13. Este pasaje bíblico narra la llamada de Jesús a Mateo Leví, el cobrador de impuestos, para seguirle y convertirse en uno de sus discípulos. Caravaggio captura este momento con un dramatismo intenso y una representación emocional que pide ser explorada tanto en su contexto artístico como teológico.

En primer lugar, la importancia del cuadro radica en cómo Caravaggio incorpora elementos realistas y cotidianos para invocar un sentido de identificación inmediata entre los espectadores y los sujetos. La obra está imbuida de un naturalismo crudo; los personajes son figuras del día a día en un entorno contemporáneo al artista, lo que rompe con la tradicional idealización de las figuras bíblicas. Esta técnica no solo democratiza la experiencia, haciéndola accesible y relevante para la audiencia común de su tiempo, también subraya la idea teológica de que la gracia divina está disponible para todos, independientemente de su estatus social o moral.

Caravaggio se incluye en la pintura no de manera literal como un personaje más, sino a través de la inclusión de su característica firma lumínica: el uso de la luz y la sombra para dirigir la atención y evocar significado. La luz que ilumina la escena proviene de una fuente externa, fuera de la pintura, simbolizando la llamada divina que llega a Mateo. Esta luz no solo focaliza la atención en Mateo, sino que también separa simbólicamente lo sagrado de lo profano.

La reflexión teológica se profundiza al analizar la interacción entre Jesús y Mateo, según se describe en Mateo 9:9-13. Jesús, al llamar a Mateo, rompe con las normativas sociales y religiosas de la época que marginaban a los cobradores de impuestos, considerados pecadores y colaboradores de la ocupación romana. Este gesto es una manifestación clara de la misericordia sobre el juicio, un tema que Jesús amplifica en los versículos subsecuentes al responder a los fariseos, quienes cuestionan su asociación con pecadores. Jesús afirma: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. En la pintura, esta misericordia se visualiza en la postura abierta y acogedora de Jesús, notando su mano, al apuntar a Mateo con decisión y autoridad, pero dejándola caer como implicando seguridad y calma, contrastando con la sorpresa y la incertidumbre de Mateo y sus compañeros.

En este contexto, Caravaggio no solo recrea un evento bíblico, sino que lo carga de una teología visual que argumenta poderosamente a favor de la inclusividad y la gracia. Al hacerlo, nos recuerda que la llamada de la fe es una invitación perpetua a la conversión y al cambio, una oferta de redención que está siempre presente, iluminando las sombras de nuestras vidas cotidianas con la luz de la esperanza divina.

Así, La vocación de San Mateo no es solo un testimonio del genio artístico de Caravaggio, sino también una proclamación teológica que resuena a lo largo de los siglos, desafiando a cada generación a reflexionar sobre la naturaleza inclusiva y redentora de la llamada de Cristo.

 

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